A propósito de la formación de líderes escolares
30 May 2017 Categorías: Columna de opinión
Por Jorge Ulloa, Jefe de Área de Desarrollo de Capacidades de Liderazgo dentro de Escuelas y Liceos.
LIDERES EDUCATIVOS, inició en mayo sus programas de formación destinado a 86 directores/as y 86 jefes/as de UTP de las escuelas y liceos que hemos denominado “Centros Escolares para la Innovación en Liderazgo Escolar”. Estamos construyendo una comunidad en torno a la mejora educativa de estos centros que se proyecta hasta el año 2019.
En este sentido, debemos precisar que la mejora educativa es un proceso de largo aliento y multifactorial. No obstante, dos factores intraescuela son clave: el trabajo docente y el liderazgo del director-equipo. Éstos, solo para fines de análisis, pueden separarse. La vida cotidiana de los establecimientos educacionales demuestra que están en interacción constante. La literatura y la investigación evidencia que establecer las condiciones para que directivos y docentes trabajen colaborativamente en torno al foco que les convoca, el aprendizaje de todos los estudiantes, constituyen por lejos las prácticas de mayor impacto. Curiosamente, todas las evaluaciones que disponemos, evidencian que son las más débiles. La pregunta es cómo, desde la formación, podemos contribuir a fortalecer estas prácticas directivas.
Sabemos que las tradicionales propuestas han permitido avanzar muy poco en esa línea. La opción que hemos asumido en el Centro es proporcionar herramientas para que los directivos miren, reflexionen y evalúen sus propias prácticas. Este es un proceso critico pues está permeado por una serie de supuestos desde donde se ha aprendido y enseñado en los tradicionales procesos formativos para directivos. La frase, “vengo a escuchar que me dirán para aprender” que un directivo me planteó al inicio de un curso, tiempo atrás, ilustra aquello.
La propuesta formativa de LIDERES EDUCATIVOS tiene una apuesta distinta. Invitamos a nuestros directivos a explorar lo que hacen, sobre la base de buenas herramientas de diagnóstico, que analicen esa información de manera reflexiva con sus colaboradores y profesores, buscando factores explicativos, evaluando alternativas de mejora que se implementen y hacer de ese ciclo un proceso continuo. Esto tiene claramente algunas convicciones de base. En efecto, los directivos tienen capacidades profesionales para realizar ese proceso: solo se requiere provocar condiciones desde el acompañamiento de académicos y especialistas, para que esto se active en nuestros directivos y comunidades educativas.
En este mismo sentido, es adecuado promover comunidades de aprendizaje sobre la base de la confianza y colaboración mutua. Los académicos, investigadores y especialistas podemos ser parte de ese proceso de aprendizaje para la mejora de la escuela: es en ésta donde están las claves para mejorar. De esa manera, apostamos a construir un círculo virtuoso que permita trabajar en el imperativo ético que nos provoca el aprendizaje de todos los estudiantes.