CULTURAS JUVENILES: UN ASPECTO FAVORABLE PARA LA CONVIVENCIA Y EL PROCESO DE ENSEÑANZA-APRENDIZAJE EN LOS CENTROS ESCOLARES
4 Mar 2020 Categorías: Noticias, Educación Secundaria
Según Aarón López, miembro del equipo de Convivencia Escolar de la Corporación Municipal de Quilpué, abordar los códigos comunes que comparten los estudiantes puede atraer valiosos beneficios para las comunidades educativas. Salir del enfoque adultocéntrico no solo puede contribuir a las buenas relaciones de sus integrantes, sino también a lograr mejores resultados pedagógicos.
Actualmente, la convivencia escolar es el factor clave en la generación del espacio propicio para que los niños(as) y jóvenes aprendan significativamente. Sin embargo, es necesario entender que, además de ser el medio para estos fines, la convivencia es también un aprendizaje en sí mismo.
Esto planteó el sociólogo Aarón López, miembro del equipo de Convivencia Escolar de la Corporación Municipal de Quilpué, en el Boletín de LIDERES EDUCATIVOS, estimando que, sin embargo, existen varios elementos que obstaculizan esta comprensión. Uno de ellos es centrarse en una de las dimensiones de la convivencia, la que ejerce una regulación mediante normas y sanciones, dejando de lado las dimensiones de formación y participación. El profesional apuntó que “al enfocarnos solamente en corregir las conductas que se presentan como faltas, desconocemos la formación para la sana convivencia, y la participación de la comunidad educativa con foco en los estudiantes. Esta decisión propicia, a su vez, el escaso abordaje de un componente central en estas comunidades: las culturas juveniles”.
Entendidas como “la complejidad de códigos comunes con los que piensan, actúan y se relacionan los jóvenes, ya sea a nivel individual o colectivo”, Aarón López señaló que es necesario visualizar a las culturas juveniles como la construcción social que enmarca a todas las personas que hoy están en esos rangos etarios, incluyendo sus formas de expresión, y el modo en que los jóvenes conciben al mundo y la sociedad.
En esta línea, si los adultos del sistema escolar suprimen su desarrollo, se provoca la paradoja de que, a largo plazo, los propios jóvenes las invalidan, en el marco de una dualidad conflictiva entre la cultura adulta y la juvenil. Por eso, a su juicio, desconocer las dimensiones de formación y participación de la convivencia, “limita el desarrollo de la identidad colectiva e individual de los estudiantes, ya que el proceso de negociación entre ambas culturas no es equitativo: la cultura juvenil, aunque persista, termina haciéndolo en el marco de la cultura adulta”.
¿Qué beneficios puede traer para los establecimientos el centrarse en estos códigos juveniles? López destacó dos: “El primero de ellos, es el logro de una sana convivencia escolar, pues, al no tener que adaptarse a una dualidad conflictiva, entre una cultura válida y otra inválida, no existe mayor necesidad de adaptarse, forzosamente, a normas que tienen lugar sólo en la cultura adulta”, explicó. “Este sentido, las culturas juveniles terminan siendo un aprendizaje en sí mismo para desarrollar las mismas habilidades socioafectivas que el establecimiento intenta desarrollar desde el marco adultocéntrico”.
Respecto al segundo beneficio, Aarón López afirmó que va incluso más allá, pues potencia los aprendizajes significativos, “al basarse la enseñanza en elementos previamente conocidos por los estudiantes y que son de sus preferencias; es decir, elementos recogidos directamente de esas culturas juveniles. Así, sea cual sea el camino, el reconocimiento de éstas, ayuda de buena forma al proceso de enseñanza-aprendizaje, para la sana convivencia y para lo pedagógico”.
Si deseas conocer más antecedentes sobre esta temática, puedes consultar la página 9 del Boletín de LIDERES EDUCATIVOS, que puedes descargar AQUÍ.