La educación de los sentidos
7 Jun 2017 Categorías: Columna de opinión
Por: Eugenia Colomer Espinosa – Instituto de Ciencias Religiosas PUCV
La educación tiene por fin la realización plena del ser humano conforme a su dignidad, y conlleva una dimensión teórica y otra práctica. Uno de los reclamos actuales respecto a la educación, es justamente la escisión de ambas dimensiones, por una parte se critica la reducción de la labor pedagógica a un “saber-hacer”, el cual se ha transformado más gravemente en un “saber-manipular”, referido a un ser humano al cual se le educa para producir materialmente en alianza con las tecnologías, y bajo la utopía del progreso. Esto ha dado paso a concepciones éticas utilitaristas y pragmáticas que acompañan el proceso educativo. Sin embargo, por otra parte otros denuncian el “intelectualismo educativo” producto de la visión dualista del ser humano, la cual considera al ser humano como una tabla rasa que hay que llenar, siempre pasivo. Su enfoque es plenamente intelectivo, reduciendo el quehacer educativo al aprendizaje de conocimientos, donde aprender significa saber conceptos, dar argumentos y explicar a través de conocimientos aprendidos memorísticamente las causas de los hechos, desde un saber de otros apropiado y correcto.
De acuerdo a lo anterior podemos constatar un ser humano escindido y donde la educación se ha hecho solidaria de este modo de comprender la realidad humana, la pregunta que asoma es ¿cómo salir de este paradigma? Proponemos aquí acercarnos a responder esta pregunta desde la propuesta de la filosofía del filósofo español Xavier Zubiri (1898-1983), veamos que puede dar ella a la visión integrada de la realidad humana y sus repercusiones en nuestro quehacer educativo.
Para el filósofo español la escisión más importante es la del inteligir del sentir humano, sus consecuencias han sido graves. La inteligencia y el sentir humano se han entendido como dos facultades independientes, la primera es aquella que permite definir, conceptualizar, decir lo que las cosas son, y lo hace desde los datos que le entrega la segunda, o sea el sentir sería nuestro primer acceso a las cosas, que nos une al mundo animal. La pregunta que cabe es ¿será cierto que la función primaria de la inteligencia es formar conceptos? ¿Será cierto que es una facultad separada del sentir humano?
La propuesta de Xavier Zubiri es la siguiente: el concebir la inteligencia como una facultad es una teoría, una posibilidad racional de explicar algo, toda teoría por muy plausible que sea es siempre provisional, o sea podemos cuestionarla. Lo que este autor propone es analizar el acto de inteligir, previo a cualquier teoría. Y comienza con el análisis de sentir humano, describiendo lo que aparece. Si hacemos este ejercicio caemos en la cuenta que el sentir humano no es pura afección, ese es sólo un momento, pero hemos desatendido otros. El sentir humano tiene un momento de alteridad radical, cuando sentimos surge la nota sentida como otra respecto al aprehensor y queda en quien la aprehende como siendo otra; pero también lo sentido tiene una fuerza, una fuerza de imposición que nos impulsa a ir hacia su fundamento; por ejemplo si no existiera esa impelencia desde las estrellas del firmamento aprehendidas por nuestros sentidos no existiría la astronomía. Entonces, en el sentir humano nos encontramos con un proceso indisociable sentiente-intelectivo, los sentidos aprehenden notas (color, sabor, textura, etc) pero lo hacen de un modo particular en la realidad humana, esas notas quedan en el aprehensor como “de suyo” perteneciéndole a la cosa “en propio”, en esto consiste la aprehensión de la realidad y ese modo corresponde al momento intelectivo. Inteligir es algo más modesto que conceptualizar o definir, es un proceso que se inicia con la aprehensión de la realidad de un modo particular en el ser humano, en radical alteridad y forzándonos a adentrarnos en ella hacia la búsqueda de su fundamento, tarea siempre inacabada, el ser humano es inteligencia-sentiente. La conceptualización es un modo de inteligir, pero anterior a ella se requiere la aprehensión de la realidad Se nos olvida que son las cosas las que dan que pensar, vivimos en un mundo de ideas, pero no nos detenemos en la realidad, la verdad más plena está allí, la verdad de las ideas es siempre menor y siempre discutible. ¿Qué novedad puede traer para la educación esta nueva mirada de la inteligencia y el sentir humano?
La educación es un proceso de humanización necesaria porque el ser humano es una realidad particular que debe realizarse. Una realidad abierta a la apropiación de posibilidades, acto fundamental de su realización de un modo u otro. En esto radica la libertad del ser humano, en la capacidad de apropiarse, recrear o desechar las posibilidades que se le donan. La educación es una ascensión hacia la realización de sus ocultas posibilidades, siempre capacidades que van creciendo en la medida que son posibilitadas por otros.
La propuesta es la educación de los sentidos. La educación de los sentidos no tiene otro norte que ayudar al ser humano a habérselas con la realidad, aquella que se le impone a través de sus múltiples sentidos, y aquella que le reata a hundirse en su fundamento, a descubrir el porqué de las cosas. Esto nos pone alerta ya que en la realidad, todo proceso educativo en sus distintas fases, debe contar con un afinamiento creciente del sentir.
Xavier Zubiri atribuye a la figura del maestro, cuatro funciones principales, a saber: la función resonadora, la función propulsora, la función sensibilizadora y la función acogedora. Desde allí nos parece que entrega las claves para un maestro que integre la educación de los sentidos en su proyecto.
La función resonadora, hace referencia a estimular en los educandos que sean ellos quienes hagan resonar las voces de la realidad, de la verdad y del fundamento. Que no repitan ideas, que ellas sean posteriores al resonar de la voz de la realidad, no olvidando nunca que son las cosas las que dan que pensar, no habría astronomía si el ser humano no hubiese mirado el sol, o sentido su calor, de allí partió la notable aventura de la astrofísica. Cuando hablamos de enseñar a escuchar la realidad no nos estamos refiriendo exclusivamente al sentido de la audición, porque la verdad de la realidad resuena a través de todos los sentidos, no olvidemos que la realidad la presentan los diversos sentidos de modos distintos, que la enriquecen, y tampoco olvidemos que en ese modesto sentir primigenio se nos da toda la verdad, aunque debamos hundirnos y nadar en ella para ir sacando algunas esquirlas de aquella verdad.
La función propulsora habla de aquella función del maestro de impulsar a sus estudiantes, de ponerlos en marcha, ¿hacia dónde? Hacia la libertad, porque saber moverse en la realidad, donde ya está instalado, requiere elegir un modo de estar, y el mejor es de manera libre y creativa. Así tal como lo plantea Jair Duque (2004) El discípulo se va abriendo cada vez más a posibilidades más ricas y variadas que le permitirán forjar su personalidad, su campo perceptivo, autoposeerse, autoafirmarse y autodefinirse, hacerse cargo de la realidad de las cosas, de la realidad de los demás y de su propia realidad…capacitar al discípulo para su desenvolvimiento cada vez más libre y creador en la realidad en la que está instalado.
La función sensibilizadora, implica que el maestro debe sensibilizar al estudiante con la realidad, capacitarlos para estar dispuestos a escuchar la voz de la realidad, ciertamente nuestro sistema educativo nos prepara para escuchar ideas, explicaciones y teorías acerca de la realidad pero no nos prepara para escuchar la realidad misma, lugar desde donde surgen las ideas y as explicaciones que la misma realidad impulsa. A esto debe sensibilizar el maestro, a través de una actitud más contemplativa caer en a cuenta de las preguntas que la misma realidad me impone, sensibilizar en torno a las preguntas obvias y que por obvias las damos por supuestas y sabidas.
La función acogedora, da cuenta del ambiente que debe construir el maestro para el ejercicio docente, un ámbito que debe estar acorde a las funciones anteriores, por tanto debe ser un ambiente enriquecido de realidades diversas.
Educar los sentidos es educar a una la inteligencia, con el fin de realizar del mejor modo posible nuestro ser individual, social e histórico. Educar los sentidos es potenciar aquel lugar donde acontece toda realidad y aprehender a estar en ella.