En los últimos años, la diversidad de estudiantes que componen nuestro sistema escolar se ha ampliado de manera significativa, impactando la forma en que los establecimientos educacionales enfrentan la gestión de la convivencia escolar. La mayoría de los centros educativos han debido adoptar importantes transformaciones para garantizar una buena convivencia entre los distintos miembros de su comunidad.
Andrea Romero (AR), encargada de Convivencia Escolar del Liceo Nº 1 de Niñas “Javiera Carrera” de Santiago y Marly Gutiérrez (MG), Orientadora del mismo establecimiento, nos cuentan, en la siguiente entrevista, cómo han trabajado la llegada de estudiantes transgénero en su liceo y cómo, desde el liderazgo, enfrentan la tarea de hacer de su institución una comunidad diversa e inclusiva, en donde todas y todos sean bienvenidos.
En el inicio del año escolar, su institución apareció bastante en los medios de comunicación por el ingreso de una estudiante transgénero, ¿fue el primer caso?
AR: Desde hace años que estamos abordando casos de estudiantes que transitan de lo femenino a lo masculino. Sin embargo, no se nos había presentado el caso inverso: de hombre a mujer. La estudiante que ingresó este año corresponde al primer caso correspondiente a este segundo tipo.
MG: Por otra parte, hemos tenido muchos casos de ex alumnas que hoy en día son ex alumnos.
¿Cómo se abordan estos casos desde el equipo de convivencia?
MG: Desde el año pasado estamos trabajando la circular 768, dentro del plan de sexualidad; la cual aborda cómo debe ser el tratamiento con los y las estudiantes y qué debe hacer el establecimiento, por ejemplo, con el acta de cambio de nombre social, es decir, con el documento que les otorga, legalmente, el nombre con el cual quieren ser llamadas o llamados, independiente del registrado en su partida de nacimiento. Además, nos ayuda a trabajar cómo deben ser tratados/as los y las alumnas como un/a estudiante más. De todos modos, como son menores de edad, y muchas veces sus padres no asumen este tránsito para solicitar el nombre social, como comunidad decidimos tratar a esas estudiantes por su apellido.
¿Qué otras estrategias se han abordado con las estudiantes?
MG: Hemos hecho ferias de sexualidad y trabajos en orientación, específicamente, en la unidad de identidad de género, donde las estudiantes pueden identificar cómo se sienten o a qué identidad pertenecen. El año pasado, además, trabajamos el decálogo no sexista con los apoderados, para construir una escuela inclusiva, donde el lenguaje sea neutro. Junto a eso, con los docentes ya estábamos usando un lenguaje inclusivo: ya no les decimos alumnas, sino que les llamamos estudiantes. Por otra parte, nuestro equipo psicosocial conversa con los estudiantes que se encuentran en el proceso de cambio, de un género a otro, para saber en qué etapa del tránsito están y, además, se conversa con sus apoderados.
AR: Por mi parte, utilizo la entrevista personal con las estudiantes, es un seguimiento interno que les voy haciendo, les pregunto cómo se sienten, para ver en qué las podemos apoyar. Si bien, cada nivel cuenta con su orientadora y psicóloga, como coordinadora de convivencia, siempre indago para que se sientan integradas en todas las áreas. De modo que, si alguna situación las está complicando, la podamos abordar al inicio y no cuando el problema ya está avanzado. Las entrevistas personales son las más efectivas en esos casos.
Dentro de la comunidad escolar, a veces, pueden existir visiones más conservadoras, ya sea entre las estudiantes, los apoderados, funcionarios o, incluso, dentro del mismo equipo directivo, ¿cómo se puede mantener la buena convivencia y velar porque todos los actores de la comunidad educativa sean inclusivos?
MG: Se conversa con las personas. Por ejemplo, el año pasado, una inspecora de piso sabía que una estudiante tenía un nombre social, pero la llamó con su nombre de niña delante de todo el curso. Lógicamente, eso le molestó mucho a la estudiante, entonces tuvo una crisis, habló con su orientadora y se derivó el caso a Andrea, quien, como encargada de Convivencia Escolar, llamó al equipo y a la profesional en cuestión para conversar; le hicimos ver que no es la forma de tratar a las estudiantes.
Una persona adulta no puede pasar a llevar los derechos de un estudiante que está viviendo un proceso de tránsito. Hemos tenido esa cautela, en cada caso se conversa con la persona indicada. A veces son las compañeras de curso las que no las tratan bien e intentamos dejarles claro que ‘a partir de hoy se llama así…’, para respetar su nombre social.
Con los padres es más difícil, de hecho muchas de nuestras estudiantes han sido cambiadas de colegio cuando las mamás o papás se enteran que están pololeando con una compañera. Los padres se dan cuenta que su hija no está cumpliendo con sus expectativas y no aceptan esa realidad.
¿Cómo modernizar las instituciones para difundir una cultura que promueva la inclusión y que se adecúe a los nuevos tiempos?
MG: El nombre y la tradición del ‘Liceo Nº1 de niñas’ hace que la gente piense que todavía está en una etapa de formar sólo mujeres. Sin embargo, existe una apertura, la cual es necesaria para que el liceo sea un establecimiento inclusivo. De hecho, tenemos que reflexionar y modificar nuestra misión, porque es ‘mujeres íntegras’ y debería ser ‘personas íntegras’. Lo tenemos pendiente, debemos darle una vuelta para adaptarnos a los tiempos. La postura institucional siempre ha sido en pro de la inclusión, desde la directora hacia abajo. Ella siempre nos conversa y nos expone la idea de acoger a todas las estudiantes, independientemente de su condición.
AR: Además, es importante mencionar que esta es una ley. Que no es algo que estamos haciendo como colegio “buena onda”, sino que es una ley que hay que cumplir. Nosotros, como liceo, tenemos que entregarle educación sexual, afectividad y género a las estudiantes; esto incluye información y difusión, para que ellas se apropien y que conozcan su derecho sexual y reproductivo, junto a los lineamientos del Ministerio de Educación para los estudiantes de su edad. Es nuestro deber, como establecimiento educacional, transmitir esa información.
¿Cuál ha sido la evaluación de las estrategias de inclusión de estudiantes transgénero?
AR: Positivo, ya que, en general, se sienten parte del grupo de estudiantes. Se les da el apoyo que corresponda: psicológico y de orientación. Se les hace seguimiento, pero tratando de no invadirlas, ya que tienen que estar tranquilas y preocuparse de sus estudios. Para eso, también se le ofrecen reforzamientos.
Como institución, ¿se sienten preparados para afrontar más casos?
AR: Absolutamente. En el primer caso de transición de hombre a mujer pagamos la situación mediática. No era necesario ir primero a la municipalidad, ya que, siempre estamos abiertos a responder a las nuevas necesidades de la sociedad, pero, sin duda, esta experiencia nos hace estar más preparados para futuras situaciones.
¿Qué oportunidades ven en este caso?
AR: Este caso nos abrió puertas a otras instituciones que nos quieren colaborar. Nosotros ya trabajamos con algunas ONG’s de apoyo a las personas trans. Sus equipos médicos ofrecen asesoramiento, charlas y acompañamiento para los padres, quienes también viven el proceso. Siempre vemos el lado positivo, hemos conseguido más redes que trabajan con nosotros. Así, hemos podido capacitarnos en el tema, el cual nunca va a ser un problema, al contrario, ha significado abrir nuevas puertas.
¿Qué recomendaciones le darían ustedes a un equipo directivo que enfrente una situación similar por primera vez?
AR: Principalmente, recomendaría que utilicen un diálogo directo. Yo creo que una de las grandes fortalezas de nuestra Directora fue esa. Ella planteó el tema al equipo y lo conversamos, analizando los pros y contras. Así, lo enfrentamos de manera directa, clara, concisa, con las leyes que corresponden y beneficiando, principalmente, a la estudiante.
Además, hay que analizar los aspectos prácticos, como por ejemplo, el uso del baño. Para algunas personas eso es súper importante, sin embargo, para nosotros no tanto. Todas esas decisiones se tomaron en acuerdo con la estudiante, a través del diálogo, la conversación franca y honesta. Eso es clave para poder llegar a un buen término.